Algunos aprendizajes del viaje a Holanda - LETRAS EMERGENTES
26/agosto/2015

Algunos aprendizajes del viaje a Holanda

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(escrito el 26 de agosto de 2015)

Entramos en Holanda por Maastrich, puerta simbólica de entrada a la Europa que tenemos, con dos bicicletas y un libro: La Espiral de la Energía vol 2, de Ramón Fernández Salinas y de Juan González Reyes. Salimos de Maastrich con dos planos en la mochila. El primero de ellos contenía la estructura completa de red de carriles bici de Holanda. Ciertamente es tan densa y tupida que es un plano poco operativo para planificar una excursión a escala comarcal, como la que queríamos realizar al día siguiente por Limburgo. El segundo plano lógicamente era el de Limburgo: se perciben con comodidad todos los nodos de la red que luego íbamos a encontrar señalizados sobre el terreno al día siguiente. Pero el plano de Holanda en bici es un plano hermoso. No me canso de mirarlo. Te permite tener una visión global, te permite soñar, te señala el alcance de la tarea que nos queda por construir en Andalucía. Te habla de los años que llevan los holandeses tejiendo su red ciclista con mimo.

Maastrich era una ciudad que me resultaba antipática por el tratado que va asociado a su nombre. Allí se consagró la supeditación de los pueblos de Europa a la política monetaria y financiera dictada por el Banco Central Europeo: hoy estamos sufriendo las consecuencias y no se ve fácil el modo de librarnos de ese cepo. Pero es una ciudad amable, pacífica, que transmite tranquilidad, como casi todas las ciudades holandesas que hemos visitado. Desde cualquier punto de la ciudad accedes inmediatamente a un carril bici amplio, cómodo, bien señalizado, con semáforos de botón específicos en los cruces. Y abarcas la ciudad paseando cómodamente. En las calles de tráfico compartido del centro te das cuenta de que quiénes conducen los vehículos probablemente sean ciclistas también: respetan a los ciclistas. Sería la tónica de todo el viaje, tanto en ciudad como en ruta.

Limburgo supone el punto de contraste paisajístico en Holanda con sus colinas. Acampamos en un minicamping anexo a una granja. Habíamos salido del sur de España con unos perserverantes cuarenta y tantos grados de temperatura. En Holanda creo que no saben lo que es el verano. En aquella granja se estaba de maravilla sentado al sol del atardecer. Durante las dos semanas que hemos estado allí tan sólo un día el termómetro llegó a los veintinueve grados.

Tenía pendiente retomar la lectura de La Espiral de la energía, el libro que dejó en proyecto Ramón, y esa tarde lo empecé. Su lectura me acompañaría el viaje y me haría observar el país con sus ojos. Ramón llegó a publicar algunos de sus capítulos y dejó el resto esbozado con el encargo expreso a Luis de que lo terminara. Así nos lo hizo saber a quiénes lo conocíamos en su carta de despedida. Y quiénes lo conocíamos seguro que compartimos un agradecimiento sin límites a Luis. No fue un encargo cualquiera, y no sólo por el tiempo que la empresa le ha requerido: cuatro años de duro trabajo. Se trataba de un encargo importante en el pleno sentido de la palabra, cargado de una enorme responsabilidad. Se trataba del proyecto de construir una visión coherente y panorámica de la historia de la humanidad vinculada a la base energética que ha permitido los diferentes saltos evolutivos hasta llegar a la actual civilización industrial sostenida por las energías fósiles . Un trabajo necesario para comprender el momento de colapso civilizatorio en el que estamos entrando por el agotamiento de la base energética de la civilización industrial y la incapacidad de las energías renovables de mantener el nivel de consumo de energía que la sostiene.

Ramón que había predicho con precisión la quiebra de la burbuja inmobiliaria, anunciaba en su último escrito la quiebra del capitalismo global poniéndole fecha: 2001-2030. El libro que he tenido entre las manos durante el viaje analiza detalladamente las razones materiales que harán que en torno a esa fecha se produzca el colapso. Algunos pasajes son estremecedores. Combina la cruda descripción de un porvenir duro con la siembra de razones para la esperanza.

Vivimos tiempos de urgencia histórica que requieren la acción comprometida en diferentes campos simultáneamente. Quiénes compartimos el sentido de responsabilidad por crear unas condiciones de futuro dónde sea posible la vida, tenemos que decidir dónde y cómo emplear nuestras energías para ello. La inacción es una opción que nos lleva al desastre seguro. El fruto de nuestras acciones es muy incierto pero sólo actuando tendremos algunas posibilidades de éxito. El problema es elegir el campo dónde cada uno puede contribuir con más eficacia: la economía colaborativa, la cultura, la educación, la comunicación, la investigación,… los movimientos sociales o la acción política institucional. Todos son necesarios e igualmente importantes. Se complementan.

Urge actuar para crear las condiciones favorables para la transición hacia otra civilización. Si no somos capaces de parar el cambio climático a tiempo, si no logramos avanzar rápidamente en la construcción de infraestructuras para la transición, si no extendemos rápidamente las redes de economía colaborativa, si no logramos el empoderamiento de la sociedad para que esta crea que es posible y haga posible el cambio, si no creamos otra base cultural con otros valores, el colapso va a traernos consecuencias muy duras, previsiblemente dramáticas y la transición se hará en condiciones muy difíciles.

Cuatro años de retroceso, de caminar en dirección opuesta, como los que hemos tenido en España, no nos lo podemos permitir: 2030 está ahí. En cuatro años tendríamos que haber avanzado significativamente en la construcción de un modelo descentralizado de energía renovable, en el desarrollo de redes de transporte público urbano e interurbano, en las redes de caminos públicos y carriles bici, en poner las bases de una política social de vivienda, en la construcción de una economía colaborativa,  en la construcción de redes de ahorro y crédito cooperativas que permitan el sostenimiento de una economía social y ecológica cuando colapse definitivamente el capitalismo financiero global…

Con estos y otros pensamientos viajaba y observaba.  Holanda presenta grandes contradicciones. Posee un territorio y un paisaje cuidado y ordenado, con un medio rural vivo, con una red de pequeñas y medianas ciudades magnífica y bien comunicada, tanto por transporte público como por bicicleta o en  combinación de ambos medios. Impresionan las playas de aparcamientos de bicicletas en las estaciones de ferrocarril que hacen posible acudir al trabajo con bajo consumo de energía lo mismo que impresiona la red de ocio ligado a las infraestructuras para la bicicleta. Pero impresiona igualmente la red de autovías de la herradura que va de Amsterdam a Roterdam con sus cuatro y hasta cinco carriles de tráfico intenso por cada sentido.

Rotterdam es la quintaesencia del paisaje industrial que entrará en inevitable declive con la quiebra de la globalización económica. Hoy es la quinta economía en volumen de exportaciones. Por lo tanto la suerte de Holanda es especialmente vulnerable ante el inevitable declive del comercio mundial. Holanda seguirá sin duda siendo un país de mercaderes, tendrá un importante papel en el comercio mundial como lo tuvo en el tránsito de la edad media a la moderna. Pero el comercio mundial estará muy lejos del nivel de flujo de contenedores de la fábrica global actual que sostiene la su infraestructura. Tiene poco sol, lo llegamos a extrañar, pero los techos de muchas de sus granjas son solares. Los modernos molinos de viento dominan el paisaje y crean la infraestructura para generar energía eléctrica. Pero es tan alto el consumo de energía per cápita por su alto nivel de industrialización que la energía renovable sólo cubre un quince por ciento del consumo total. Por lo tanto es muy vulnerable ante el pico del petróleo y consecuente fin de la energía barata.

Tienen una de las mejores infraestructuras de vivienda social de Europa, en gran parte autogestionada a través de las Housing Association, y una de las sociedad más tolerantes y avanzadas del mundo. Pero al mismo tiempo podemos ver cómo esta sociedad cuna de la libertad de pensamiento en Europa y caracterizada por altos niveles de equidad, retrocede en sus convicciones con el declive de la civilización industrial y avanzan las posiciones ideológicas xenófobas.

Holanda tiene gran parte del camino andado que nosotros debemos recorrer con rapidez. Un camino que combina cultura e infraestructura. Allí la cultura ha sido el motor de la infraestructura. No tendrían las infraestructuras que tienen para la bicicleta sin la cultura de la bicicleta.

Esteban de Manuel Jerez
Soy profesor de la Universidad de Sevilla y activista social por el derecho a la ciudad y la Justicia Global. Premio del concurso internacional Dubai ONU-HABITAT de Mejores Prácticas de Políticas Urbanas Nacionales. Cofundé la revista científica Hábitat y Sociedad. Soy responsable del grupo de investigación ADICI especializado en Investigación Acción Participativa y Aprendizaje y Servicio aplicados a la Producción y Gestión Social del Hábitat. Co-fundador de Arquitectura y Compromiso Social (1993-2015) Colaboro con la consultora Taller Ecosocial. Publico ensayos de opinión en El Pais, ABC, Diario.es, El Salto Diario, Diario de Sevilla, Sevilla Directo y periódico IDEAL de Granada

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